jueves, 10 de mayo de 2007

La historia de Pocajú

Según el Punejé, el libro sagrado de los nativos pocajutas, unos hombres barbados zarparon hace miles de años de una tierra nevada y lejana en busca de una patria más cálida.

Los Junepé, o antiguos padres, vieron a un salmón con lengua de serpiente y comenzaron a seguirlo por creerlo un animal sagrado. Según el mito, lo siguieron por todo el océano, hasta desembarcar en las blancas arenas de la tierra que bautizaron como Pocajú, “la tierra cálida”, en dialecto pocajuta.

Hoy se sabe que los Junepé, probablemente, no eran más que un grupo de navegantes noruegos que se perdieron en el mar durante una tormenta y que milagrosamente llegaron a la isla de Pocajú y la poblaron en muy poco tiempo.

Dentro del mito genealógico de Pocajú, se dice que los Junepé al toparse con un paraje de clima y vegetación tan perfectos, creyeron haber muerto durante su trayecto y pensaban estar en el paraíso; por eso decidieron no trabajar y gozar del alimento del que la tierra naturalmente les proveyera: mangos, papayas, trompera (vegetal típica de Pocaju). Sin embargo, según las crónicas, esta creencia se desmintió en poco tiempo, cuando la enorme cantidad de fruta que naturalmente crece en Pocajú, comenzó a podrirse y la gente comenzó a enfermar.

Por esta razón, los, primeros pocajutas tuvieron que aprender el cultivo de alimentos de diferentes temporadas, de tal forma que tuvieran alimento durante todo el año.

Todo esto cambió a la llegada de los segundos colonizadores de Pocajú: un copioso grupo de latinoamericanos que en el siglo xix huía de las oleadas de pobreza que aquejaban al continente.

Jacinto Velásquez, cronista inmigrante de Pocajú y héroe nacional, cuenta en su libro “Crónica de una invasión paralela” cómo fue la gloriosa llegada de los Latinoamericanos a Pocajú.

(Estaría increíble que la voz la hiciera un viejito cubano, con voz de cronista...)

“...Y entonces pisamos la arena de Punta Rastrillo, como bautizamos a esa Playa por su arena gruesa y dura. Al bajar de los barcos escuchamos risas y grande y grata fue nuestra sorpresa al encontrar, luego de internarnos un poco en la tupida selva que estábamos en un lugar ya habitado.

Se trataba de unos aborígenes rubios, de ojos azules y barbados. Algunos de ellos eran muy blancos. Vestían reducidos taparrabos y hablaban un idioma incomprensible, que alguien, en algún momento, reconoció como Noruego, pero hablado de atrás para adelante”

Los descendientes directos de los junepé, hoy en día, son el sector dedicado principalmente a la agricultura, mientras que los descendientes de aquellos inmigrantes latinoamericanos siguen enfocando sus esfuerzos a la industria y a la tecnología.

Así fue como un el choque cultural entre dos culturas abismalmente diferentes comenzó a gestarse, para dar lugar a la gran nación que Pocajú es hoy.

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