Según un antiguo mito pocajuta, Jepoqué, la diosa de la fertilidad, repartía por semillas de diferentes frutos, llevándolas todas dentro de una pequeña bolsa de tela.
En algunas regiones, Jepoqué tiró semillas de naranjas, en otras de sandías, y en otras de maíz.
Sin embargo, cuando llegó a Pocajú, Quipúk, su fiel perro, mordió la bolsa en la que Jepoqué llevaba las semillas, y las derramó todas sobre la región.
De esta forma, los primeros pocajutas se explicaron, por mucho tiempo, la enorme variedad de frutos que nutrían y también adornaban la zona.
Esa enorme variedad en la flora de Pocajú, hizo que en el año 1914, Thadeus van Rinjk, un biólogo holandés, creara una nueva categoría en los ecosistemas del planeta: la selva frutal, el ecosistema típico de las planicies pocajutas.
Por esta razón, generalmente, se les recomienda a los viajeros que visiten Pocajú en la temporada de marzo a julio, cuando los diferentes frutos ya han adquirido color, pero aún no han caído de los árboles. El espectáculo que da la selva completa llena de árboles frutales, bien vale la pena. Además, caminar por un paraje que ofrece todo tipo de delicias gastronómicas naturalmente hace de Pocajú un destino ideal para los turistas con poco presupuesto.
Sin embargo, la temporada turística en Pocajú desciende drásticamente en la temporada de agosto, cuando los millones de frutas que no han sido recolectadas caen al suelo y comienzan a podrirse y convierten a la selva frutal pocajuta en un lugar de alta peligrosidad por la cantidad de bacterias, virus e infecciones que pueden contraerse en un ambiente con tantas frutas en estado de descomposición.
Según los expertos, es justamente esta podredumbre la que hace del suelo pocajuta uno tan fértil, y esa es una de las explicaciones de la existencia de este particular ecosistema.
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